Para ser un héroe no es necesario realizar proezas físicas o correr riesgos extremos del tipo que acostumbramos a ver en el cine u otros medios de comunicación. Existe un heroísmo sereno, sin grandes demostraciones ni aspavientos, que nace del compromiso personal con una causa cívica.
Yo he conocido en estos últimos días a un hombre que está luchando, “solo ante el peligro”, como en aquel famoso western, a favor de los árboles olvidados de Ciudad Jardín. Esos árboles frondosos que, durante décadas, han dado una sombra densa y refrescante al peatón y han oxigenado la atmósfera, para ahora, a la vez que una remodelación y asfaltado de las calles, ser arrancados y sustituidos por unos “mini” arbolitos de tipo ornamental.
Este hombre, que a cerca de 40 grados a última hora de la mañana se mantiene firme desde hace varias semanas recogiendo el apoyo de los ciudadanos que transitan por Gran Via Parque; este hombre, digo, que a título personal -¿dónde está, por cierto, la Asociación de Vecinos “Nueva Ciudad Jardín”, que no se la ve?-y sin más credenciales que las de ser un cordobés que se ha sacudido el polvo milenario del senequismo y la resignación; este conciudadano, que no se ha quedado sólo en la queja de tertulia sino que se ha puesto en acción, se merece nuestra consideración, nuestro apoyo y que hagamos el mínimo esfuerzo de pasarnos por su mesa para, con nuestra firma, respaldarlo a él, a nuestros árboles, y a una ciudad habitable y respetuosa con su patrimonio verde.
sábado, 22 de agosto de 2009
jueves, 23 de julio de 2009
QUE NO NOS ROBEN LOS JARDINES DE "LOS PATOS"
En mi infancia, a principios de los setenta, disfruté de paseos en familia, de sesiones de aprendizaje de la bicicleta y de juegos con los amigos en los Jardines de la Agricultura, a los que nunca nos referíamos con ese nombre, sino con el de “Jardines de los Patos”, como la gran mayoría de nuestros conciudadanos. Para mí, como para varias generaciones de cordobeses, la palabra “jardín” o “parque” evocaba de inmediato la única zona verde que, con excepción del Campo de la Merced y del parque Cruz Conde, conocíamos y disfrutábamos de la ciudad. Tras una época de descuido y decadencia, “Los Patos” recobraron hace aproximadamente una década su lustre y dignidad, y puedo decir que me sentí, como muchas personas en esta ciudad, enormemente ilusionado por la nueva época dorada que mis jardines favoritos parecían estar llamados a disfrutar.
Tengo un hijo de tan sólo un año al que ya llevo allí de paseo muchos fines de semana, intentando que adquiera de mí, en la medida de lo posible, el cariño por ese espacio público de esparcimiento, un clásico en el patrimonio verde de nuestra ciudad.
Y de repente surge un cartel gigantesco, que anuncia que en uno de los extremos de los jardines, el que linda con la Avenida de América, está a punto de construirse una Biblioteca Pública del Estado. Y nos lo quieren vender como un avance en el equipamiento cultural de la ciudad. Y nos dan a entender que, entre todos los solares vacíos, en edificación, o ya edificados e infrautilizados que hay en la ciudad e incluso en esa misma zona, la única manera de dotar a Córdoba de una nueva Biblioteca Pública es destrozar un considerable trozo (una hermosa rosaleda posiblemente difícil de transplantar con éxito) de unos jardines que son patrimonio cultural y vital de todos los cordobeses. Y nos argumentan que se trata de integrar elementos culturales diferentes dentro de un mismo espacio, como si no supiéramos el deterioro que traerá consigo empequeñecer el espacio ajardinado, hacer del parque un espacio anejo a la biblioteca y por ende convertirlo en zona de paso multitudinario, de espera de cita, de parada en el tiempo de estudio o de lectura por parte de un público masivamente y mayoritariamente adolescente, que a veces muestra una actitud poco cívica hacia los espacios verdes públicos.
Y pienso que en otra ciudad que no fuera Córdoba más de un ciudadano se habría encadenado ya a la rosaleda de “Los Patos” (lo de la Thyssen en el Paseo del Prado no sería nada en comparación con lo que aquí debiera ocurrir), y la movilización ciudadana de los cordobeses habría tenido resonancia en todos los medios de comunicación, locales y nacionales.
Pero esto es Córdoba. Aquí nos colaron un puente de Miraflores lleno de “Amaneceres” y “Atardeceres” pero carente del más mínimo sentido de la oportunidad estética. Aquí nos cambiaron el Meliá (que no es que fuera ninguna maravilla) por un hotel más propio de la Ría del Nervión o del catastrófico “Waterworld” futurista de Kevin Costner.
Y ahora nos quieren robar los Jardines de Los Patos.
Tengo un hijo de tan sólo un año al que ya llevo allí de paseo muchos fines de semana, intentando que adquiera de mí, en la medida de lo posible, el cariño por ese espacio público de esparcimiento, un clásico en el patrimonio verde de nuestra ciudad.
Y de repente surge un cartel gigantesco, que anuncia que en uno de los extremos de los jardines, el que linda con la Avenida de América, está a punto de construirse una Biblioteca Pública del Estado. Y nos lo quieren vender como un avance en el equipamiento cultural de la ciudad. Y nos dan a entender que, entre todos los solares vacíos, en edificación, o ya edificados e infrautilizados que hay en la ciudad e incluso en esa misma zona, la única manera de dotar a Córdoba de una nueva Biblioteca Pública es destrozar un considerable trozo (una hermosa rosaleda posiblemente difícil de transplantar con éxito) de unos jardines que son patrimonio cultural y vital de todos los cordobeses. Y nos argumentan que se trata de integrar elementos culturales diferentes dentro de un mismo espacio, como si no supiéramos el deterioro que traerá consigo empequeñecer el espacio ajardinado, hacer del parque un espacio anejo a la biblioteca y por ende convertirlo en zona de paso multitudinario, de espera de cita, de parada en el tiempo de estudio o de lectura por parte de un público masivamente y mayoritariamente adolescente, que a veces muestra una actitud poco cívica hacia los espacios verdes públicos.
Y pienso que en otra ciudad que no fuera Córdoba más de un ciudadano se habría encadenado ya a la rosaleda de “Los Patos” (lo de la Thyssen en el Paseo del Prado no sería nada en comparación con lo que aquí debiera ocurrir), y la movilización ciudadana de los cordobeses habría tenido resonancia en todos los medios de comunicación, locales y nacionales.
Pero esto es Córdoba. Aquí nos colaron un puente de Miraflores lleno de “Amaneceres” y “Atardeceres” pero carente del más mínimo sentido de la oportunidad estética. Aquí nos cambiaron el Meliá (que no es que fuera ninguna maravilla) por un hotel más propio de la Ría del Nervión o del catastrófico “Waterworld” futurista de Kevin Costner.
Y ahora nos quieren robar los Jardines de Los Patos.
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